sábado, 25 de julio de 2009

LA DIFERENCIA COMO UNA VIRTUD.

A principios de este mes de diciembre del 2008, se había concretado un fenómeno bastante particular para la escena antofagastina. Hace casi un mes el Teatro Arlequín estrenó El Escándalo de la Calle Huanchaca, obra que gira en torno a un suceso de discriminación hacia unos seres humanos que sucedió en la década de los sesenta en nuestra ciudadUna semana después, el Teatro la Huella estrenó Xi Wang, la otra patria, trabajo que tiene como motivo la inmigración china a nuestro norte en el siglo XIX. Por otro lado, la Compañía de Teatro de la Universidad de Antofagasta, que me honro en dirigir, estrenó el 6 de diciembre a obra titulada Patria, Ensayo y Error, una reflexión acerca de qué es la patria, que significa para nosotros y cómo somos los que habitamos este singular país.
Desde el punto de vista cuantitativo me parece fantástico que en menos de un mes se estrenen tres trabajos escénicos. Pero lo que me parece excepcional es que los tres trabajos artísticos mencionados tengan como temáticas sucesos, motivos e impulsos basados e inspirados en la ciudad o en el norte.
No se trata de levantar campañas pseudos regionalistas (con tintes localistas) ya que el arte debe tener como eje central al ser humano sea cual sea el lugar que habite. Pero sí, de reflexionar acerca de por qué el teatro de la ciudad está mirando hacia su entorno geográfico, cultural o social primario.
Y la respuesta creo que está en el hecho de que el discurso de las minorías hoy se hace importante. En un planeta que tiende a globalizarse, las distinciones son bellas. Y no con un fin nacionalista sino que para engrandecerse en las diferencias.
Es evidente que nuestro teatro (me refiero al antofagastino) poco a poco va encontrando sus propias temáticas, sus propios motivos. Somos marginales en este país, es evidente. Estamos lejos, es evidente. Aún no tenemos escuela de teatro. Aún el costo de la vida es ridículamente caro. Pero el movimiento teatral es fuerte y se siente.
El reconocernos como parte de un lugar determinado con todas sus grandezas y miserias y plasmarlas en escena hará que poco a poco encontremos un lenguaje teatral propio, no imitativo de lo que se hace en Santiago, ni en el resto del mundo.
A paso lento pero seguro, iremos distinguiéndonos. Seremos distintos. Porque si tienen la posibilidad de ver esos tres trabajos, de eso se trata, de defender las diferencias para bien.
Vivimos en el norte, las condiciones históricas, geográficas y sociales nos hacen distintos, ni perores ni mejores, sólo distintos y eso el teatro debe aprovecharlo para ver si en una de esas encontramos una poética propia, singular y honesta con nuestra realidad.

ALBERTO OLGUIN DURÁN
DIRECTOR
COMPAÑIA DE TEATRO
UNIVERSIDAD DE ANTOFAGASTA
PEDRO DE LA BARRA