jueves, 6 de octubre de 2011

ACERCA DE ALAS DE COLIBRÍ... LA OBRA DE TEATRO DEL TEATRO JUVENIL DEL L.E.A

ACERCA DE LAS ALAS

Los niños-jóvenes-actrices-actores que usted verá sobre el escenario en unos minutos deben tener, obviamente, el corazón latiendo a mil por hora. Sus manos transpiran mientras usted lee esto. Se miran entre ellos y no hablan mucho. Es que están a punto de mostrar lo que han preparado con tanto amor. Son adolescentes, niños a veces. Niños que han construido todo lo que usted verá, desde el guión de esta obra hasta la escenografía. Ellos son los más importantes creadores de este trabajo.

¿Y de qué habla este trabajo que tiene a estas almas, a estas alas de colibríes, inquietas tras bambalinas? Pues de las alas. Sí, así como usted lo lee. De esas alas que sirven a los seres para emprender vuelo. Y este emprender vuelo significa cuestionar, preguntar, dudar. Esta es una obra teatral acerca de los jóvenes. De su relación con lo que nosotros llamamos “lo establecido”. Es una obra acerca de querer saber. De entender como una fuente reveladora de amor, el conocimiento.

¿Y en qué nos basamos? Pues tomamos poemas de un cantautor cubano y le robamos pedacitos de su mundo poético y musical. Le sacamos versos, le pedimos prestadas metáforas. Ni siquiera a veces utilizamos canciones completas de él, sino que sólo ideas. Y luego de eso, en los ensayos, fuimos construyendo esta historia de un mundo que no existe, de este Pueblo que no está en ninguna parte más que en el ala de un colibrí.

Me permito estas últimas líneas para dedicar, desde lo más profundo de mi ser, este último trabajo con el Teatro Juvenil de mi querido LEA, primero, a Don Ángel Lattus Vodanovic que fue el primero que me trajo a jugar al teatro y que aún tengo el honor de trabajar con él. Segundo, a todos los amigos de la vida con los cuáles guitarreé tardes enteras buscándole sentido a las cosas. Y, por último (aunque ignoro si alguna vez leerá esto) a Silvio Rodríguez Domínguez y su poesía, sin la cual nunca hubiese descubierto la belleza de pensar en la belleza de las cosas.

ALBERTO OLGUIN DURAN

DIRECTOR

TEATRO JUVENIL 2011

domingo, 8 de mayo de 2011

EN EL DÍA DE LA MADRE

A mi madre


[Poema: Texto completo]

Edgar Allan Poe



Porque siento que allá arriba, en el cielo, los

ángeles que se hablan dulcemente al oído, no

pueden encontrar entre sus radiantes palabras

de amor una expresión más ferviente que la de

«madre», he ahí por qué, desde hace largo

tiempo os llamo con ese nombre querido, a ti

que eres para mí más que una madre y que

llenáis el santuario de mi corazón en el que la

muerte os ha instalado, al libertar el alma de

mi Virginia. Mi madre, mi propia madre, que

murió en buena hora, no era sino mi madre.

Pero vos fuisteis la madre de aquella que quise

tan tiernamente, y por eso mismo me sois

más querida que la madre que conocí, más

querida que todo, lo mismo que mi mujer era

más amada por mi alma que lo que esta misma

amaba su propia vida.



domingo, 8 de agosto de 2010

LOS FEOS

La mano o el ojo inmortal

Que hizo el cielo estrellado, esta bahía,

Este restorán, esta mesa

(Y hasta hizo el tigre de Blake),

También la hizo a ella, y la hizo fea.

Algo en los ojos, en la nariz,

En la boca un poco demasiado pequeña,

O en la frente interrumpida antes de tiempo

Por cabellos de color confuso;

Algo insalvable para siempre,

Que resiste al creyón de labios y al polvo,

Hace que esta noche, junto a la bahía,

En el restorán El Templete,

Esta noche de suave brisa marina

Y vino tinto y amistad,

Ella esté sola en una mesa,

Mirando quizás en el plato de sopa

La imagen movediza de su cara,

De su cara de fea, que hace vacilar

El orden de todo el universo,

Hasta que llega un hombre feo

Y se sienta a su mesa.

(ROBERTO FERNANDEZ RETAMAR, CUBANO, 1930)

miércoles, 4 de agosto de 2010

Cierto que huí de los fastos y los oropeles

y que jamás puse en venta ninguna quimera

siempre evité ser un súbdito de los laureles

porque vivir era un vértigo y no una carrera,

pero quiero que me digas amor,

que no todo fue naufragar

por haber creído que amar

era el verbo más bello,

dímelo, me va la vida en ello.

Quiero que me digas amor, que no todo fue naufragar

por haber creído que amar era el verbo más bello,

dímelo, me va la vida en ello.



Cierto que no prescindí de ningún laberinto

que amenazara con un callejón sin salida

ante otro más de lo mismo, creyendo distinto,

porque vivir era búsqueda y no una guarida

pero quiero que me digas amor,

que no todo fue naufragar

por haber creído que amar

era el verbo más bello,

dímelo, me va la vida en ello.

Quiero que me digas amor, que no todo fue naufragar

por haber creído que amar era el verbo más bello,

dímelo, me va la vida en ello.



Cierto que cuando aprendí que la vida iba en serio

quise quemarla deprisa jugando con fuego

y me abrasé defendiendo mi propio criterio

porque vivir era más que unas reglas en juego

pero quiero que me digas amor,

que no todo fue naufragar

por haber creído que amar

era el verbo más bello,

dímelo, me va la vida en ello.



Pero quiero que me digas amor, [quiero que me digas amor]

que no todo fue naufragar [que no todo fue naufragar por haberte]

por haber creído que amar [por haberte creido a ti]

era el verbo más bello, dímelo, me va la vida en ello. [dimelo]

Quiero que me digas amor, [que me digas amor]

que no todo fue naufragar [que no todo fue naufragar por amor]

por haber creído que amar [por haber creido que amar]

era el verbo más bello, dímelo, me va la vida en ello. [dimelo]

domingo, 18 de julio de 2010

Un poema de Stella Díaz Varín


LA PALABRA




Una sola será mi lucha

Y mi triunfo;

Encontrar la palabra escondida

aquella vez de nuestro pacto secreto

a pocos días de terminar la infancia.

Debes recordar

dónde la guardaste

Debiste pronunciarla siquiera una vez...

Ya la habría encontrado

Pero tienes razón ese era el pacto.

Mira cómo está mi casa, desarmada.

Hoja por hoja mi casa, de pies a cabeza.

Y mi huerto, forado permanente

Y mis libros cómo mi huerto,

Hojeado hasta el deshilache

Sin dar con la palabra.

Se termina la búsqueda y el tiempo.

Vencida y condenada

Por no hallar la palabra que escondiste.

jueves, 17 de junio de 2010

LA ROSA SI QUE ERA BUENA PARA LA CAMA

De Alberto Olguín Durán.

LA ROSA SI QUE ERA BUENA PARA LA CAMA
Después de patear ese penal vendría todo.

Se acercaría la Rosa, se pararía enfrente y con su boca carnosa lo mordería fuerte en los labios, con esa furia que sólo ella sabe imprimirle a los besos. Don José, el que se muere por la Rosa, el de la carnicería, le haría entrega solemne y en público de "la libreta azul del fiado" que hasta esa tarde le había negado, dándole al victorioso la confianza del crédito por tanto tiempo suplicada. Los micros de sus colegas estacionados más allá, bocinarían hasta que los canarios de la vieja de la casa de la esquina (vieja maricona que no devuelve las pelotas cuando caen en su patio) enloquecieran y en un kamikaze plumífero y ovíparo se estrellaran contra la reja de alambre de su pajarera. La población entera lo amaría, lo vitorearía y en andas, harían trescientos ¡Hip- hurra! coreando su nombre, mientras la salada transpiración de sus extremidades inferiores calara por las camisas de los hinchas, que dignamente soportarían el tufo de sus entrepiernas. El gol de la victoria y, por ende, del campeonato de los Barrios del Sector Norte significaba ser por todo el año el titán indiscutido del pasaje, la cuadra y la población, porque ganarle al equipo de la Villa Corvallis y, además, arrebatarle el título por una década retenido, era una proeza digna del más pulento.

Pero, para ser franco, lo que más le preocupaba en el momento que estaba frente a la redonda, era la opinión que se llevaría el Profesor que venía desde el lado sur de la ciudad a verlo a él. Sólo de suponer que un equipo profesional de fútbol se fijara en chofer de locomoción colectiva, el realce al magno acontecimiento que estaba por suceder se elevaba al cielo como una vorágine. Por eso, la pelota tenía que reventar las mallas, llegar hasta la cresta de la loma si fuese necesario. Y si el arquero, cabrón Arquero, envalentonado lo suficiente como para atajar el cañonazo que se disponía a percutir le asesinara la mañana, su cuerpo debía ser enviado hasta el fondo del pórtico, cosa que la cabeza se le enredara en la red, estrangulándolo por tratar de arruinarle el futuro.

Agachándose para colocar la pelota en el punto marcado con cal, pensaba en la manera de chutear la pena máxima. Podía ser ladino, sutil, cachañero. Existía también la posibilidad de ser bruto, cerrar los ojos, encomendarse a la Virgen de la Tirana en un ruego profundo y sentido, morderse los labios y patear con todas las ganas de salir de esa maldita población conchadesumadre que lo mero que ofrecía era puñetes, alcohol y distorsión a sus aún mozos, diecinueve años. O a lo mejor, lo más fructuoso era la mezcla de las dos formas. ¿Convenía pegarle con el borde externo o con el interno? Se le confundían los cantos, ni siquiera sabía distinguir bien entre la pierna zurda y la diestra. ¿ Arriba o abajo?. El arquero era alto, la respuesta era lógica. En resumen, ya con la esférica en el punto preciso, debía pegarle fuerte, bajo, a una esquina y con chanfle, con harto chanfle.

Lo primero que haría con el contrato en el Club sería comprar una cuna, una casa y casarse con la Rosa. Después, arreglaría la de su mamita, para que los últimos días de la vieja fueran dignos. Su padre no le interesaba, el viejo podía seguir puteando y tomando hasta que le diera hipo, total nunca lo llegó a ver sano de día y la única reminiscencia que tenía él, era una cicatriz que le cruzaba de lado a lado la espalda. Sus hermanos se cambiarían de escuela. De una con número, pasarían en un santiamén a un colegio con nombre de santo. Y la Rosa, la rica de la Rosa, podría comprar casi por venganza, una tenida entera para ella y para la guagua que estaba por nacer, en ese local del centro donde una vez, dos viejas teñidas de rubias la echaron por entrar con chalas de plástico, con cara de empleada doméstica, fíjate tú, pues mi linda.

Dejaría los vicios. Claro, si uno va a jugar en un equipo profesional no puede llegar reventado a los entrenamientos. Chao al vino en caja, a la pasta base y la marihuana. Adiós a andar atracando con la Rosa arriba del micro, en la Poza de los Curas, para el lado de lo oscuro, eso era muy vulgar para un futbolista profesional que está a punto de ser papá. El dueño de la carnicería, viejo cagado que todavía no fía ni un bistec y que mira a la Rosa depravadamente cada vez que ella le compra al contado un cuarto de carne molida, iba a tener la foto de ellos dos enmarcada en un cuadro, al lado de la mina con las tetas al aire vestida de monja, y nunca más miraría a su compañera con esos ojos de perro en celo.

Ahora bien, si se le iba, no lo quisiera Diosito, a la noche estaría lamiendo todos los papeles de cuaderno que sirven de estuche a la pasta base. Mañana volvería a pasar rabia con los cabros vacas, malditos estudiantes, que no se sacan las mochilas y no se corren para el fondo. Soportar la cara del presidente de la línea de micros, ordenándole afeitarse para salir a trabajar. Amargarse el domingo por la noche viendo los goles por la televisión, los mismos que él podría estar haciendo. Y lo que sería peor, es que no tendría la posibilidad de casarse. Jamás podría comprarse una casa y el lema de la Rosa era y seguiría siendo "sin ruca no hay casorio".

Todo estaba ahí, a doce pasos de sus pies. No quería seguir jugando en cancha de tierra. Levantó la vista, giró la cabeza y pudo ver la cara de su hembra que, envuelta en una nube de polvo, luciendo un vestido maternal rosado acentuando su belleza, casi sublime, le mandaba un beso, jugoso, sensual, un beso de mujer de chofer de micro. El Profesor del Estadio Regional le sonrió con gesto paternalista, incitándolo a consolidar su traspaso al fútbol rentado. Don José, mirando de reojo a la Rosa, le mostraba "la libreta azul del fiado", igual que cuando los árbitros muestran tarjeta amarilla en los partidos oficiales.

Se colocó ambas palmas en las caderas. Hombre, me gustaría que fuera hombrecito. Escupió e instantáneamente se hizo el silencio. No puedo seguir haciéndole a la pasta base. Con la punta de su zapatilla golpeó dos veces el terroso campo de juego. El cuerpo de la Rosa es el mejor, ella si que es buena para la cama. Volvió a escupir. Si lo hago, me va a tener que dar crédito el viejo maricón. El corazón le latía y las mandíbulas estaban rígidas. Los micros tienen mezcla de olor a fierro y a axila, y esa huevá la odio. Echó el tronco hacia atrás y comenzó a correr. Me debo ver lindo con la albiazul, los zapatos de fútbol y el pelo colorín. Su empeine impactó el balón con furia. Me quito la camiseta para celebrar el gol, como Bam- Bam Zamorano cuando sacó campeón al Real de Madrid y le dedico el gol a ella. La pelota viajó por el aire, misteriosa, llena de fe y con el pituto para atrás. La Rosa sí que es una buena mina. Por la puta que sea gol. Manuel, igual que el papá se va a llamar.

Ahí, justo ahí, el futbolista cerró los ojos y se dispuso a esperar, mientras que la Rosa, con las manos en su vientre, juraba por Diosito que si la maldita pelota entraba en el arco, jamás le diría a Manolo que el hijo que venía en camino no era de él, sino del viejo pervertido de la carnicería, ése, el de la libreta azul del fiado.